Dicen que las lágrimas que no se derraman se depositan sobre el corazón y que, con el tiempo, hacen una costra que lo paraliza. De esta manera, nos olvidamos de sentir. Somos simples personas sin emociones, que ni sienten ni padecen. A las que nada mueve. No se alegran ante nada, ni tampoco lloran la desgracia. Simplemente se dedican a ver la vida pasar detrás de la ventana, tras un muro de cristal.
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